Alcohol y salud mental

Un trastorno mental se caracteriza por una alteración clínicamente significativa de la cognición, la regulación de las emociones o el comportamiento de un individuo. Por lo general, va asociado a angustia o a discapacidad funcional en otras áreas importantes. Hay muchos tipos diferentes de trastornos mentales. También se denominan problemas de salud mental, aunque este último término es más amplio y abarca los trastornos mentales, las discapacidades psicosociales y (otros) estados mentales asociados a una angustia considerable, discapacidad funcional o riesgo de conducta autolesiva.[1]
En 2019, una de cada ocho personas en el mundo (lo que equivale a 970 millones de personas) padecían un trastorno mental. Los más comunes son la ansiedad y los trastornos depresivos, que en 2020 aumentaron considerablemente debido a la pandemia de COVID-19.[2]

Las sustancias psicoactivas como el alcohol modifican los pensamientos y la conducta, a largo plazo ocasionan cambios en el cerebro que conllevan al consumo compulsivo de las mismas, lo que resulta en el un proceso adictivo.[3]

En el 2023 en Centros de Integración Juvenil, una de las redes de atención de adicciones y salud mental más grandes del país en México, se atendió a 4,713 pacientes por problemas relacionados exclusivamente por consumo de alcohol, de los cuales el 72% refirió solicitar tratamiento por otros problemas de salud mental, entre los que destacan la ansiedad (39.8%) y la depresión (39.6%).[4],[5]

Numerosos estudios han mostrado que el alcohol se relaciona con varios problemas de salud mental, como por ejemplo la depresión; del mismo modo su consumo frecuente también se relaciona con ansiedad aguda y con psicosis en casos de consumo muy elevado. También se ha comprobado una clara relación con el aumento en el riesgo de suicidio, así como un deterioro cognitivo, incluso, con consumo moderado.

Otro aspecto negativo derivado del consumo de alcohol y la salud mental, es la baja percepción de riesgo respecto a la interacción perjudicial que tiene con medicamentos, minimizando en muchas ocasiones la eficacia farmacológica y pudiendo agravar los padecimientos mentales latentes que requieren de una medicación habitual.

Los problemas de salud mental suelen derivarse del uso de alcohol como una manera de hacer frente a los problemas emocionales. El uso que se hace del alcohol como herramienta para la gestión de cuadros ansioso/depresivos, tiene un falso efecto beneficioso de corto plazo, que puede derivar en dependencia, es decir, en adicción, aunque la persona nunca llegue a estados de intoxicación muy evidentes. Con este mal abordaje, la persona se asegura una cronificación y agudización del cuadro psicológico que pretende paliar. Una depresión o ansiedad gestionada así con el tiempo se mantiene y sobre todo empeora, siendo más difícil su tratamiento.